El
universo siempre parece confabularse contra alguien cuando esa persona quiere o
necesita algo con urgencia. Javier lo comprendió mientras temblaba en su banca, tanto por frío como por nervios.
La
clase de Semiología apenas comenzaba. Ese día en particular la profesora llegó
puntual para aprovechar las últimas dos horas de clase antes de los exámenes.
Diapositiva
tras diapositiva Javier se sentía en tormento eterno. No tenía cabeza para
Sassure ni para su diada, la preocupación del trabajo que no había podido
terminar lo torturaba.
Desde
hace 29 días Javier era el flamante novato en el club de redacción de su
facultad. Sus tareas eran en esencia sencillas: escribir, hacer reporterías que
los demás no quisieran, escribir… Nada que no pudiera hacer siempre que se
empeñara.
La
redacción de Javier no era de las mejores de su grupo. Cada vez que le pedían
algún reportaje o crónica siempre terminaba justo antes de tener que
presentarla. No lo hacía por descuidado. Lo hacía porque demoraba horas en
escribir un párrafo que no considerara un insulto a la lengua castellana.
Como
una especie de regalo por su primer mes dentro del club, le pidieron un
reportaje, el primero que haría en solitario. Él lo tomó como un reconocimiento
a su dedicación, la verdad era que no querían verlo todo el día en la sala de
redacción.
La
reportería no le presentó ninguna dificultad, experiencia le sobraba en esas
prácticas. Era la redacción, la siempre difícil redacción, la que se le
complicaba.
Había
estado frente a su teclado desde que llegó a casa. No vio ninguna novela de la
tarde y ni siquiera pensó en calle 7. Solo veía la hoja en blanco de Word
mientras pensaba como hacer ese primer párrafo.
En
esas andanzas se encontraba cuando notó que el gallo de su vecina comenzó a
cantar. Primero lo mandó a sitios desconocidos para el pobre animal. Luego, al
tercer canto, cayó en cuenta que había amanecido mientras el ideaba la primera
oración de los cinco párrafos que debía escribir.
A
partir de ese momento toda su vida transcurrió en cámara rápida. Se duchó en
apenas cinco minutos, se puso lo primero que encontró y salió corriendo de casa
con la camisa llena de pedazos del bolón que comía mientras corría.
Nada
mejor para espantar el sueño que esquivar autos mientras cuelgas de la puerta
del bus.
No
llegó tarde a clases por un milagro. Pero como no hay mal que por bien no
venga, la profesora le pidió que se sentara en primera fila. “Fabuloso”,
suspiró él.
No
prestó atención a clases. Javier no veía el momento de correr a la sala de
redacción para poder terminar ese reportaje. Estaba ansioso, era su primer
trabajo solo. Después de publicarlo solo debía esperar a que algún editor muy bien
ubicado lo leyera. Entonces todo sería espectacular. Sí, ya podía verse como el
reportero estrella, con una novia linda, un auto espectacular y respondiendo la
pregunta de un entrevistador: “¿Alguna vez pensó en lograr todo esto?”.
“Todo
lo que quería era publicar”, pensó mientras la profesora le llamaba la atención
por sorprenderlo con los ojos cerrados. “Todo lo que quería era publicar”.
Esta es una historia ficticia. Cualquier parecido con la realidad es producto de su imaginación.
Esta es una historia ficticia. Cualquier parecido con la realidad es producto de su imaginación.